por Cardenal Rafael Merry del Val y Zulueta
¡Oh Jesús! manso y humilde de corazón,
escúchame.
Del deseo de ser estimado,
líbrame, Jesús.
Del deseo de ser amado...
Del deseo de ser ensalzado...
Del deseo de ser honrado...
Del deseo de ser alabado...
Del deseo de ser preferido a otros...
Del deseo de ser consultado...
Del deseo de ser aprobado...
Del temor de ser humillado...
Del temor de ser despreciado...
Del temor de sufrir reproches...
Del temor de ser calumniado...
Del temor de ser olvidado...
Del temor de ser ridiculizado...
Del temor de ser injuriado...
Del temor de ser incriminado...
Que otros sean más amados que yo,
Jesús, concédeme la gracia de desearlo.
Que otros sean más estimados que yo...
Que, ante la opinión del mundo, otros crezcan y yo disminuya...
Que otros sean elegidos y yo puesto a un lado...
Que otros sean alabados y yo pase desapercibido...
Que otros sean preferidos a mí en todo...
Que otros lleguen a ser más santos que yo, con tal de que yo llegue a ser tan santo como debiera ser...